Por Anisley Fernández

Muchos son los momentos donde un poeta se cuestiona la propia existencia. “Poematizar —escribió Fiedrich Hölderlin— es la más inocente de todas las ocupaciones”, en lo cual Heidegger asiente y explica el acto de la creación poética como un juego, una actividad libre, pura y desinteresada. Su revelación está en las imágenes y los sueños creados por las palabras, en resumen: nuestros poemas se convierten en un recreo verbal donde somos asíntota de lo divino, un pequeño evangelio. En ese sentir soy parte de este libro, publicado por Reina del Mar Editores en 2007.
     “Voy a lanzar mis días contra mí… voy a quedarme sin días… sin mí…” confiesa el autor, con el tono suicida de quien ha vivido muy cercano al sufrimiento. Pero también nos advierte: “…nútrete de tu hojarasca…”, mostrándonos que las cosas más simples de la vida, incluso el propio sufrimiento, deben asumirse como parte del equilibrio.

     Yannit Pozo es un autor que respeta a los clásicos literarios: Rilke, Whitman, Vallejo, Huidobro. Nacido en Cumanayagua, Cienfuegos, en 1983, es actor, poeta y narrador. Cursó estudios de Dramaturgia en el Instituto Superior del Arte (ISA) en La Habana. Ha sido miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y egresado del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”. También ha publicado en revistas nacionales como Calle B, y Ediciones Mecenas publicó en 2009 su libro de relatos Opción Cero.
     El tren y los violines contiene una prosa poética impactante. Es la síntesis de un apocalipsis que vislumbra la realidad de un país, de una ciudad marítima como Cienfuegos asida al horizonte como la promesa de otros mares, otros amaneceres, otra suerte. “Arranquen esta isla, el misterio es un náufrago en una gota de rocío…”, nos dice el poeta. Y consciente de “Rendirse”, de anunciar “Que todo acabe”,  se queda.
Poemario que nos eriza la vida: viajes paralelos al desamor, la enfermedad, el monólogo de las aves, la noche y su silencio sobre la página en blanco, un jardín macilento, la sensación de lanzarnos al vacío. Son estos elementos de sublimación de los días, interrogantes y aciertos que el poeta utiliza a su favor. Leerlo será un viaje muy profético, un concierto de violín desangrado y también una ocasión de sentarnos a conversar con la eternidad, con el mismísimo Jorge Luis Borges para regresar en un poema demasiado barroco.