Por Irelia Pérez


Viene desde todos los adioses  
Anduvo por el filo de todas las memorias
buscando otra deidad
honduras de algún pozo donde limpiar la fe.
Solía ser entonces apenas una cruz
navegando sin anclas al fondo del espejo.


El porvenir era una luna de cristal. Y era la noche
tan silente y absurda como un retorno al amnios     
o un diálogo de peces.
Nunca supo cómo fue quedando adentro de esa sombra 
a ratos invisible.
(Un día se descubrió cortándola en rodajas         
para servirla junto al pan y los recuerdos).      


Amanecía con el corazón en las ventanas 
recogiendo una a una cada vela del mundo.

En las drizas crujientes
podía oír gemidos
carcajadas
el oscuro llamado de algún dios… 


Viene desde todos los eclipses
Coloca sus pies en el azar del mismo muelle
Sobre las tablas
el futuro es un lagarto al sol que nadie mira.


Desde la pared un graffiti le advierte:             
«Los dioses se han cansado de jugar a ser dioses».