Por Naizomi Getav
Por aquellos días el corazón no sabía de dolor, se raspaban las rodillas y a seguir corriendo para aprovechar la magnífica luz del día.
¿Cuándo es que cambian las cosas?
Hoy hay días oscuros a pleno sol, corazones rotos al por mayor, las rodillas
ya no se raspan, ya no jugamos a ser grandes...
¡Hoy somos grandes!
¿Y sabes?: mamá curaba mis rodillas con un beso;
¡tan mágico, tan fantástico...! El dolor huía despavorido.
Hoy me da un beso, ¡cuán profundo le queda mi corazón!