Por María de Burgos
Éramos tres…
Una naciendo de una espiga
Una rompiendo un alboroto
trágico de las fórmulas.
Una amontonando el corazón de Dios
para darle justicia al universo.
Una recogía estrellas.
Una era feria triste de retazos azules.
Una sabía crecer sobre su nombre
desde un maligno eco.
Éramos tres…
ausentes,
taciturnas,
como tres barcos anegando un puerto.
Hoy, sollozantes,
trémulas,
presentes,
somos, redescubiertas,
una misma,
somos la dura esfinge de la angustia,
somos el alma viva del silencio.