Por Georgette Vallejo
Amigo, esposo mío,
ya vuelve la primavera,
donde están los hijos que no tuvimos,
tú y yo que solo supimos mal hacer.
Amor mío, adiós en la aurora,
no volveremos a vernos nunca.
Sentada
Sentada como una ciega.
En torno a mí cae la vida
como también caen los ecos.
He corrido tanto
y todo para nada.
Un día
cuando haga calor, mucho calor,
como un roto cascabel
me iré a sentar sobre tu tumba.
La cabeza apoyada contra tu muerte
y por todo el tiempo que falta
yo escucharé tu sueño,
tu frente colmada de sollozos
sobre mi pecho seco para siempre.
Ante el vértigo
Ante el vértigo de tu muerte,
el corazón se ha escapado de mi pecho.
Y toda la noche
toda la noche,
tu delirio
ha estado siguiendo mis pasos.
Tu adiós
Tu adiós
inmoviliza mi angustia
allí donde mis pasos se hacen oscuros.
Tu adiós hace retroceder mi día futuro
y ese día vuelve a mí asustado
como un culpable.
Bajo los fuegos de la derrota
Bajo los fuegos de la derrota
Haciendo brotar y resplandecer
de su frente
la gema negra
A matar los cielos y la bóvedas
él se ha ido
Nada ha sido absuelto
aunque él haya perdonado
(Traducción de Eduardo González). (N. del E.)