Por Raiza K. Olivera
Todo conspira, el abrazo que no se dio a tiempo, el ardor del grito impune, todo conspira. Pero cuando se izan las velas ya nada se confunde, es como si se esclareciera de pronto la tormenta y los rayos cayeran directo al pecho del hombre.
Cuando las velas se expanden como globos aereostáticos nada las puede detener. Volvemos a la reflexión de los abrazos perdidos, al triste desvarío de la caricia no dada, a las ausencias de las palabras y las cosas. Brillan aquellos instantes que antes parecieron tinieblas y quieres regresar, pero como dije, las velas se han izado y no hay retorno posible. Solo mirar a través de estas nubes la existencia de otros hombres, que una vez también izaron las velas, a ver dónde los llevaba el viento.
Línea Oeste
Última cena.
La leche de mano en mano
humedece las mangas.
Fermentación de los amaneceres
tintineo para despedir al profeta
que no existe
que no es necesario
porque las olas traen el dejéuner a la noche.
El traidor no tomará el barco,
a barlovento
hartos de Océano,
los verá morir.