Por Carlos Vázquez

El mundo es tan pequeño que cabe en una gota de brutalidad humana,
el hombre es como el rencor de las nubes,
desprende su ira,
como las noches en sus horas de silencio,
es un puño abatido por la muerte, el frío toca sus manos como una sombra,
el animal que devora as sus crías, la sangre y sus heridas,
una pupila envenenada por oscuros recuerdos,
se extingue entre las bestias y arranca el sonido a las piedras
mientras el cielo al sumergirse en el mar se revuelca en el fondo,

refleja en la debilidad de sus ojos el vacío que desahoga la tristeza del viento,
siente cómo solo las paredes con su temblor pueden
romper el hechizo que ata su alma en pena,
se atrapa en un pasado con odio, oscuridad,
como un animal en las garras de su enemigo,
basta con una mirada para descubrir en sus ojos la rabia,
ese dolor de sentimientos que desangra la amargura
y se escurre entre sus sueños,
y no hay perdón que cure su alma,
tropieza paso a paso con las huellas del camino,
solo Dios con su espada hará temblar sus heridas,
si los puños exprimen el sudor que se esparce entre las manos,
así las espinas no dolerán al clavarse en su carne,
y su vida no será la serpiente que se enrede entre la sangre del infierno.

 

Con este poema el autor obtuvo Mención en el Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios Infantiles (Ciego de Ávila, septiembre de 2018). (N. del E.).