Por Naizomi Getav
Mirarle a él,
observarle;
algunas arrugas
adornan el terso de su rostro,
nos hacemos grandes
en las manos dibujantes del tiempo.
Mirarle a él,
acicalar su cabeza;
alguna cana se asoma
entre los azabaches rizos de su pelo;
se asoma plata, erguida, orgullosa...
Tras ella, vienen tantas.
¡Tiempo pintor!
¡Mirarle!, ¡Mirarle!
¡Sentirle!
Detener la avaricia de la prisa
delante de mis marrones ojos.
Ahora son míos los segundos...
El tiempo es mío, a él le miro.
La edad se ha ido...
¡Descansa, mi niño!