Por María Herrera

 

En el orden se mezcla
el remolino de colores,
personas
y esperanzas;
el poder no podrá jamás
si la insignia es un alma sin doctrina.
Los rumores del idealismo del orden
provocan caos inmorales lastimosos,
dañinos vuelos de la señora engreída.
Tengo tanta soledad que,
estoy aturdida de compañía.
Deshojaré los sedientos
pétalos oscuros
del sacrificio
del alma aplastada,
en el idealismo involuntario.