Por Alexis A. Abril
Decir adiós es bien difícil para quienes han sembrado en su piel personajes que van desde Lenin hasta el guajiro mañoso; que nos apropiamos de su gracia sin igual, expuesto como nadie en una tierra que está brava por la partida física de un grande de la actuación: Enrique Molina.
En silencio ha tenido que ser tu paso a la Eternidad, para que el hombre de Maisinicú y el barrio Cuba, no notaran tu ausencia; aunque hombres como tú siempre dejan una huella al andar.
No hizo falta que encontraras “el cuerno de la abundancia” para saberte rico, como en cada una de tus entregas, donde recibiste el saludo necesario de Hemingway, o deambuladas en la caravana levantando un Polvo Rojo para llevar la verdad de un momento vivido por No pocos cubanos.
Y allí en un Bar sentando con el Benny, bebiste tu última copa de vida, para festejar la novia que habías encontrado: David.
¡Qué actorazo hemos perdido! La Guadaña sigue de manos de este virus letal, apropiándose de lo mejor de nuestra cultura nacional. Por eso quise pasearme entre las obras que defendiste con piel de león, para decirle a Lala, la eterna niña de Tierra Brava, que desde el infinito seguirás defendiendo tu tierra, tu arte de hacer y decir, rodeados de muchos grandes que guardan tu llegada triunfal.
Se me acaban las palabras; tu natal Santiago llora como llora la Isla entera: se nos fue contigo NO solo Enrique Molina: se nos fue el corazón de Cuba.
Se me acaban las palabras, sí, se me acaban las palabras; pero me restan dos por decir: Gracias, Molina.