Por Alexis A. Abril
Por la mañana, al abrir la puerta de la casa, vi pasar al son todo vestido de negro, le quise preguntar pero no respondía; era como un nudo en su garganta que le impedía decir lo que luego se oyó como repique de tambor lento y apagado: Adalberto Álvarez, El caballero del Son, había fallecido.
Las claves que lo acompañaban apenas se dejaban escuchar; ellas saben cuánto hizo este Caballero Andante con escudo y coraza de artista para defender los valores más auténticos de la música cubana.
Él pidió para todos, salud en su canto, los orichas y la medicina cubana estuvieron a su lado hasta el último latir de su sonoro corazón; pero Ella, la muerte, acompañada de esta vil asesina que azota al mundo, impaciente se lo llevó. Sabía que arrancaba de la faz de la Tierra a un hombre, que es Nación, que es orgullo de la Cultura Nacional.
Nuestro Caballero Impecable, nos deja, sí, un legado que hay que seguir defendiendo, salvaguardándolo del olvido; porque él nunca dejó de resembrar, renovar sus raíces para traerlo a la contemporaneidad y hacer bailar a toda la Isla.
Los bongós no quieren hablar, no quieren sonar sus cueros, en señal de respeto para quien les dio el lugar merecido en la historia musical de Cuba; solo pasan desapercibidos por el frente de mi casa para que sepan que se nos ha ido quien hizo del arte cubanía y escudo de la Nación.
Sembrar tu nombre en el corazón del pueblo, ya es tarea realizada porque en vida supiste hacerlo. Decirte que seguiremos en este dolor a las cubanísimas claves y a los sonoros bongós, lo haremos. Porque ellos forman parte de ti, de tu obra, de tu vida.
Que retumbe el son, que retumbe para que en tu paso hacia la eternidad provocada por esta pandemia, sepa que te vas alegre; porque contigo te llevas el reconocimiento y el aplauso de tu pueblo bailador.