Por Mariam Aguilar


Había una vez una niña que practicaba kárate y cuando llegaron a la casa la mamá entró al cuarto y empezó a gritar: “¡Ay, ay, hay un zombi aquí!” Pero entre sus padres y ella lo derrotaron. Entonces el zombi se volvió cenizas y las cenizas se volvieron zombi otra vez.
      Una noche en que el padre no estaba, el zombi se apareció en medio de las sombras de la casa apagada. Pero la niña encendió las luces y con su habilidad de karateca lo volvió a derrotar y esta vez las cenizas las dispersaron desde el balcón.
      Aquel zombi nunca más volvió a aparecer y desde entonces todos vivieron muy felices.