Hay un güije retozón
que en mi sueño se ha colado
y pregunta, preguntón,
mis secretos bien guardados.
¡Ay, qué niño tan travieso
que me quiere confundir!
Custodiando mi embeleso
me acompaña hasta dormir.
Cuando las luces se apagan
y yo mis ojitos cierro
son sus trenzas las que amarran
mis temores y mis miedos.
Y cuando algo me amenaza
él es tan escandaloso
que hasta resuelve asustar
a cualquier malo espantoso.
En sueños hacemos rondas
de cuentos y adivinanzas
y al amanecer el día
me descubre la añoranza,
hasta que se pone el sol,
la luna viene y reemplaza
para alumbrar nuestro sueño
de caminar por la plaza,
llenita de tomeguines
y de palomas torcazas,
donde adornan las abejas
un coro de calabazas.
Allí corre un arroyuelo
donde danzan las biajacas
y se bañan los palmiches
que de los penachos bajan.
Las campanillas anuncian
que vienen las chivas mansas
andando por el sendero
que las lleva hasta la granja;
y montamos en sus lomos
y empieza la galopada.
Se me va acabando el sueño
porque mi abuela me llama,
me despierta con empeño
y cariño en la mañana.
Mientras sonrío le digo,
con interrogante clara:
¿Quién te dijo, mi abuelita,
que el güije es tan solo fábula?
¡Pues yo tengo un buen amigo
negrito y de trenzas largas!
Con este poema la autora obtuvo Mención en el género de cuento para niños en la X Edición del Concurso Literario Nacional “Benigno Vázquez Rodríguez”. Los Arabos, Matanzas, 2022. (N. del E.)