Por Hilda A. Mas

Hoy, hija mía, quisiera que las alas existieran para que te devolvieran un poco de cada sueño perdido. El corazón, ¡hija mía!, es una isla llena de espinas y girasoles. Mas yo sé que desde mi partida sufriste mucho, pero te has engrandecido mucho más el alma a pesar de que sé cuánto me extrañas y me necesitas. Desde el cielo, noche tras noche, pido a la luna que haga guardia en tu ventana y el jazmín junto al galán de noche endulce con su perfume tus horas de sueño.
     Sé que te acompaña el crucifijo que te puse con amor debajo de la almohada como el primer bautizo cuando viniste al mundo bajo el sol de nuestro monte.
     Que  nos encontramos día a día y que nos encontraremos más allá del tiempo para juntas desde este infinito azul volver a contarnos historias y sonreirán las estrellas por nuestro eterno encuentro.
     Miles de besos en centelleos para ti.

                                                 
                                                    Tú mamá.