Por Iriam Morales

En lo más profundo de la oscuridad, donde se resguardan las sublimes tentaciones, una sutil pero molesta tonada me hace temblar y a pesar de haber estado inconciente, reviso cada lado, deseando no deshacer la acogedora postura aliviante de mis dolores ¡No lo puedo creer! ¿Será él de nuevo? Ese bicho fresco se excita a niveles de depravación, humanamente asfixiantes, con solo oler el embriagador aroma que brota de mi sudor. ¡Ay, Dios mío! No hay tregua que valga. Cuando su lanza me estremece todas las noches, en el baño, la cocina, hasta en la sala y ni hablar de la cama. La próxima noche que lo sienta, lleno de ansias lo mataré, ya que el no tiene perdón, al haberse metido en mi mosquitero.