Por Benigno Horta

Un golpe de abanico frente al espejo, la mano en la cintura, carmín en los labios, y… con el ruido de unos pasos tras la puerta de su cuarto… Carlitos volvía a ser el mismo de siempre en un santiamén. Ya no podía controlar aquel espíritu que se le metía en el cuerpo sin poderlo evitar.

Desde muy pequeño, Carlitos compartía su vida con un fantasma. Al principio, todo el mundo los encontraba graciosos. Después los chistes fueron creciendo con ellos hasta convertirse en el tema de comentarios que hicieron del muchacho un chico introvertido. Entonces, comenzó a odiar al fantasma, pero este seguía haciendo de las suyas sin importarle nada.

Así los años fueron convirtiendo el temor en osadía, la novedad en costumbre y la preocupación en olvido; de forma tal, que Carlitos  y su fantasma aún comparten el mismo cuerpo sin que ninguno de los dos se acordase del otro.

De: Mariposas en el estómago. Editorial Gente Nueva, 2018. (N. del E.)