Por Javier A. Feijoo

Lo hallaron bailando en el alero de la casa, como si estuviera flotando.

—¡Vecino, se va a caer!, está muy cerca del borde —le gritaban mientras las tres apuraban el paso.

Bartolo no oía nada, estaba en un sueño más dulce que el azúcar; era feliz bailando con su… semilla de mango…

—Siempre pasa lo mismo. —decía Eustaquia mientras corría detrás de Cuca—. En ocasiones este lagartijo se vuelve como loco, ¡mira ahora!, a mí me gusta el mango, pero de ahí a querer bailar con uno.

Tú sabes que él es electricista —explicaba Seferina—. Ha recibido muchas descargas de corriente, su cuerpo no es el mismo, el pobre ya no controla los cambios de los colores de su piel, parece un semáforo. 

—¡Jajaja! —rieron las primas a la vez, mientras Cuca volteaba a verlas con una mirada muy seria, entonces ellas dejaron de reír y bajaron la cabeza.

—Y dime, ¿dónde has estado toda mi vida que no te había encontrado. —decía Bartolo mientras giraba suavemente bailando abrazado de su semilla.

—Te he estado esperando a ti —imaginaba el lagarto que el mango le decía—. Ven, querido, saltemos de esta nube, a los cielos abiertos.

En un movimiento muy elegante y gracioso, Bartolo tomó la semilla de mango por los pelos y, envuelto en toda su pulpa, cerró los ojos y saltó del techo del segundo piso; pero ya Cuca afortunadamente lo había alcanzado y lo sostenía por la cola. Las otras salamandras comenzaron a gritarle al lagarto:

—¡Despierta, Bartolo, despierta!

Al escuchar las voces familiares de Eustaquia y Seferina, el reptil, colgado en el aire, abrió los ojos y casi se le cae el pañuelo que tenía debajo de la garganta,

 —¡Ayúdenme, por favor, sálvenme! —gritaba Bartolo mientras soltaba la semilla. Todas juntas remolcaron a su desdichado vecino, que una vez a salvo, respirando con dificultad, dijo:

—Uf, gracias compañeras, casi me caigo, pero… ¿cómo fue que vine a dar ahí?

Las tres le preguntaron si no recordaba nada; el lagarto contestó que él estaba revisando un problema de las resistencias eléctricas de la cocina de Ribbit, la que estaba haciendo dulce de semillas de mango y que había recibido una descarga eléctrica de un corto circuito y … que vio a la semilla de mango más linda del mundo...

—¡Bartolo! —grito Cuca trayéndolo de vuelta a normalidad

—Ejem, eso, eso fue lo que paso —dijo el lagarto poniéndose serio.

Las otras salamandras casi no podían contener la risa.

—Bueno, será mejor ir a la cocina de la rana para ver si le hace falta ayuda con el dulce — alegó Seferina.

—Cierto —asintieron las demás, y salieron las tres a todo correr, dejando rezagado a Bartolo, que  se volteó para observar en el suelo a su bella semilla de mango.

Con este cuento el autor obtuvo Premio en el Encuentro-Debate Municipal de Talleres Literarios (Cumanayagua, octubre de 2021). (N. del E.).