Por Mirelis García Rodríguez

Llueve. Las gotas caen enfurecidas sobre los techos de las casas del pueblo. Presto atención al sonido que me regalan al caer. Y se lo agradezco, tratando de imaginar un universo propio, creado por la lluvia. Estoy sola en este cuarto. Todos se han marchado. dejándome con estos deseos inmensos de jugar, de corretear y de mojar mi pelo en la llovizna. Ellos están allá. Siento la gritería alegre que les provoca sus cuerpos mojados. Quisiera estar con todos, salir volando desde esta ventana. Pero no puedo. No puedo. Mi mamá ahorita llega del trabajo y se preocuparía mucho si no me encuentra aquí rodeada de mis muñecas. A veces converso con ellas; sin embargo, no me responden. No tienen ese calor que necesito. Ni siquiera el calor tierno que desprenden los cuerpos de mis amigos.

¡Ay! Quisiera estar con ellos, pero mi mamá está al llegar y no quiero que se preocupe, me quiere tanto. Está escampando, ahora entonan “que llueva, que llueva, que la Virgen está en la cueva”. Voy a acercarme despacio a la ventana para cantar con ellos, “los pájaros cantan, las nubes se levantan”.

Los oigo gritando:

—¡Miren, la cieguita ha salido a la ventana a saludarnos!

Con este cuento la autora obtuvo el Segundo Premio de Narrativa en el Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios Infantiles (Ciego de Ávila, 2018). (N. del E.)