Por Nélida Puerto

 

Me maldices, cual inmaduro Don Juan.
Te bendigo desde la solidez de mi destino.
A un reloj consulto las mentiras
entre un mar de explicaciones
para que yo navegara en chalupas y quimeras.
Te ciño la verdad como un bastón
donde descansa tu equilibrio lastimero.
Si pretendes que sobrecoja mis días
con el ímpetu de un río,
bordeo el duro camino.
Me hieres con tu luz
y la sangre descubre quién soy.