Por Olga Lidia Martínez

 

Necesito un mar para aplacar
mis olas
y hechizar
los arrecifes.

Una parte de mí destila sal junto
a la arena.

No seré más un torbellino.
Me convertiré en espuma
solo
para volver a ser gota.

¿Dónde quedó la brisa?
¿A dónde voló el pájaro chillón?

A lo lejos la línea inalcanzable
me recuerda el beso.


Sigo aquí...

Sin río.
Sin rumbo.
Sin pies.