Por Virgilio Piñera

Estoy sin corazón, estoy exangüe.
Estoy sin huesos, estoy fanatizado.
Estoy lejos de mí, estoy marcado.
Estoy vacío, y estoy desesperado.

Los pies en la cabeza encaramados,
las lágrimas metidas en el sueño,
la boca desbocada por hallarte
y las manos pugnando por hablarte.


Estoy vuelto al revés, estoy restado.
Vuelto sin aire, sin agua nado,
sin pies camino, sin sentidos vivo,
y sin ojos me miro enamorado.

1951


Naturalmente en 1930

 

Como un pájaro ciego
que vuela en la luminosidad de la imagen
mecido por la noche del poeta,
una cualquiera entre las tantas insondables
vi a Casal
arañar un cuerpo liso, bruñido.
Arañándolo con tal vehemencia
que sus uñas se rompían,
y a mi pregunta ansiosa respondió
que adentro estaba el poema.

 Quien soy

Poco me importa mi nombre, y mucho menos mi edad.
No he de aumentar la caída del pelo ni decir “encanezco”.

Tan solo una sencilla confesión: no tengo ni un perro acompañante,
y tengo cantidades de soledad que regalar.

1969


La sustitución

No quiero me despierten de este sueño
donde yo puedo amar correspondido;
en el mundo, despierto, estoy vencido,
en el sueño, dormido, estoy despierto.

Si en este mundo puedo tener dueño
porque mi cara espanta a los despiertos,
me ponen a vivir que yo te sueño
en este mundo de los casi muertos.

En otro mundo te sueño de este mundo,
con otra boca a la tuya correspondo,
con otro corazón el tuyo inflamo;

con ojos de soñar el tuyo hundo,
con palabras dormidas te respondo,
y mientras más te sueño más te amo.

1963

Nunca los dejaré

Cuando puse los ojos en este mundo,
dijo mi padre:
“vamos a dar una vuelta por el pueblo”.
El pueblo eran las casas,
los árboles, la ropa tendida,
hombres y mujeres cantando

y a ratos peleándose entre sí.
Cuántas veces miré las estrellas.
Cuántas veces, temiendo su atracción inhumana,
esperé flotar solitario en los espacios
mientras abajo Cuba perpetuaba su azul,
donde la muerte se detiene.
Entonces olía las rosas,
o en la retreta, la voz desafinada
del cantante me sumía en delicias celestiales.
Nunca los dejaré —decía en voz baja—;
aunque me claven en la cruz
nunca los dejaré.
Aunque me escupan,
me quedaré entre el pueblo.
Y gritaré con ese amor que puede
gritar su nombre a los cuatro vientos,
lo que el pueblo dice en cada instante:
“me están matando pero estoy gozando”.

Estos poemas han sido tomados de obra poética La isla en peso (N. del E.).