Por Gleyvis Coro

—Usted echó a perder la planilla —dijo el oficial y le ofreció una hoja nueva—. Escribió climáticas y esta es una encuesta de meras cruces. No admite caligrafías.

—Es que pedimos asilo por razones climáticas —respondió el hombre.

—Las variantes son económicas o políticas. Nadie pide asilo por motivos climáticos.

—Nosotros sí —insistió el hombre—. Odiamos el calor del verano.

—No concedemos asilo por odiar el calor del verano.

—¿Por qué?

—No es una razón de peso.

—¿Y qué es una razón de peso?

—Las causas políticas y económicas comprendidas en la planilla.

El hombre se rascó la cabeza, miró a su mujer.

—Pero es una pregunta muy cerrada, si al menos tuviera líneas donde uno pudiera explicar…

—Ya le dije que es una encuesta de meras cruces —se incomodó el oficial—. Si va a echarla a perder de nuevo, mejor me la devuelve. Andamos escasos de modelos.

El hombre y la mujer se miraron con tristeza.  

—Oiga —intervino el oficial—, marque cualquiera de las dos y ya está, no sea necio.

—¿Usted cree?

—Claro que lo creo —el oficial se acercó al agujero del vidrio— ¿Por qué verdadera razón están pidiendo asilo?

—Porque odiamos el calor del verano —insistió el hombre; después tomó el lápiz, miró a la mujer—. Dime, querida, ¿a qué se acerca más nuestro odio al calor?, ¿a lo político o a lo económico?

—Haz una marca en “lo político” —sugirió—. Debe ser culpa del gobierno. 

—Igual puede ser culpa de la economía.

—Sí, también.

—No —se obstinó al cabo el hombre—. Lo correcto es poner climáticas.

Y volvió a escribir climáticas.

—Aquí tiene.

—¿¡Pero… serán imbéciles!? —el oficial estrujó la planilla.

El hombre retrocedió unos pasos, levantó los puños e inició un frenético e insensato avance hacia el cristal; pero la mujer lo detuvo.

—Déjalo —dijo ella—. Hundido en esa cabina y con ese uniforme debe estar más fastidiado con el calor que nosotros.