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Por Ana L. López

 

Entre los que abren puertas y los que tiran de ella, están los dueños de su propio destino. Los que salen por ventanas o rompen las paredes, esos son los que saben hacia dónde quieren llegar sin importarles el precio. A veces hay quien te abre una puerta aparentemente gratis, pero no logras pasar por ella hasta que pagas, en ocasiones el doble y no sales con  el éxito preanunciado. Yo, después de intentar pasar puertas y ventanas, rompí, rompí hasta con las expectativas de algunos. Al inicio uno siempre quiere ser orgullo de mamá y papá, luego de amigos y pareja, hasta que te lavas la cara, el cerebro y wake up que la vida es tuya. Fui rompiendo paredes, vendiendo los ladrillos, expectativas. Y es que ya las puertas me dan mala vibra, es confuso. La puerta del infierno, decía abuelo, está teñida de lindos colores y la puerta de la panadería es fea, mugrosa. Wake up, me repito, ya está bueno de pagar o regalar sonrisas. Si llego que sea saltando muros, rompiendo estereotipos, soltando compromisos, sin importar los dueños de puertas o los que se aferran a ellas. No siempre has de salir por una para hallar el camino.