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Por María R. Martínez

 

Se enamoraron tus ríos
bajo una manta de flores,
bebiendo de sus colores
para alimentar los bríos.
Por los remansos umbríos
viaja lentamente un ave,
cual símbolo que se sabe
de tu tierra y de tu cielo
y hace cruces en su vuelo
antes que la noche acabe.

Un graznido de esperanza
llega a las aguas desnudas,
el eco borra las dudas
despertando la confianza;
porque en esta tierra mansa
no se admira al que blasfema,
sino al que encuentra la gema
de la virtud, sólo en los
giros que le da a su voz
para decir un poema.


Eternamente despierta
te imagino en el reposo,
con el nombre que un coloso
dejó grabado en tu puerta.
Si está tu ventana abierta,
allí, donde te acomodas,
verás que las voces todas
te harán la revelación:
que ya es tu nombre canción,
por siempre te canten, Rodas.

16/11/2023