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Por Laura Irene Hernández Simón

(Continuación)

Hace unas semanas me dispuse a dejar congelar mi corazón en la lluvia, pero me arrepentí. Últimamente estoy echando muchos pétalos rojos, y quisiera dejar un cálido recuerdo de mi imagen, aunque sea fingido. Hace como una semana no sé nada de papá, no sé dónde vive ahora, y mi mamá tampoco. En estos días mi abuela ha tenido una racha muy mala con su salud. Se está enfermando con mucha frecuencia. Para rematar, he notado a David extraño, más callado y serio de lo normal. Está muy cerrado en sí mismo y no quiere hablar con nadie, o eso fue lo que me dijo en la escuela antes de que entrara a mi aula y me llevara una malísima sorpresa. Tenía por profesor de Historia al peteroso excompañero de estudios de mi mamá,

con quien nos habíamos encontrado en el hospital durante mi primera consulta. No paraba de molestarme. Parecía como si se estuviera vengando por la atención tan esmerada que le mostré en ese primer encuentro. Pero lo que él no sabe es que me da lo mismo todo, hasta los cambios de Cielo me da lo mismo. Al final, todo lo que vuela, algún día cae, ¿no es cierto? A veces desearía no tener la razón en conceptos tan duros, pero la lógica es la lógica, y bueno, mi locura déjenla conmigo que solo yo la entiendo.

(Continuará)

De: Consejo Nacional de Casas de Cultura, La Habana,  2018.

Con este cuento la autora obtuvo Primer Premio en el Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios Infantiles. (Ciego de Ávila, 2018).