Por: Jorge L. Lanza

A Héctor García Mesa, fundador de la Cinemateca en Cuba

Aunque muchos historiadores no vean el cine como una fuente histórica confiable para estudiar hechos y momentos históricos trascendentales, nadie escapa de su capacidad de seducción, teniendo en cuenta lo apasionante que resultan tanto los filmes de ficción como los documentales históricos, cuyas imágenes de archivo deviene el sustento principal sobre los cuales se sostiene el cine como documento histórico.

El cine continúa siendo considerado por los críticos e investigadores como el arte del siglo XX. Sería durante las primeras décadas de dicha centuria que alcanzó su condición de arte, y al unísono, su incuestionable cualidad de ser un lenguaje con sus propios códigos y sintaxis. Al menos así lo aseguro el teórico Marcel Martín en su obra La estética del cine.

 Durante esas primeras décadas del siglo XX el cine desarrollaría sus características esenciales: su dimensión narrativa y respectiva capacidad para narrar historias, descubierta técnicamente por pioneros del cine como George Melies en Viaje a la luna(1902),y Edwin S. Porter en 1903 con su clásico Gran asalto al tren. Fue en dicha cinta donde aparece el primer plano en la historia del cine. 

El estudio del cine como fuente histórica cobra vital importancia para el contexto cubano, fundamentalmente en el periodo del denominado cine prerrevolucionario, tanto en su etapa silente como sonora. Gracias a la existencia de estas fuentes cinematográficas se han podido recuperar la memoria histórica de hechos como la toma de posesión de algunos presidentes de la época, entre otros acontecimientos.

  Para los historiadores del cine cubano consagrados al análisis del cine realizado en dicho periodo, ya sea desde una perspectiva histórica o estética en condiciones tan adversas, ha sido sumamente difícil realizar un estudio científico y fiel de esa  producción, dada la  pérdida considerable de más del 70% de los filmes realizados entre 1897 y 1960, cuyas consecuencias implican que la mayoría de las investigaciones sobre el tema hayan tenido que recurrir a fuentes secundarias como los textos publicados en la prensa de la época, cuyas limitaciones nos permiten tan solo conocer aspectos elementales del filme, desde la ficha técnica con su respectiva sinopsis, desprovistos  de los análisis rigurosos que el espectador de estos tiempos se encuentra acostumbrado, teniendo en cuenta que antes del 1959 no existía un desarrollo de la crítica cinematográfica como ha sucedido a partir de dicha fecha.

Al igual que sucede con otro tipo de fuentes históricas, los filmes documentos insustituibles para la recuperación de la memoria histórica de la nación, pero la conservación de estas fuentes ha sido un gran problema en Cuba y en otras latitudes, pues son mucho de los filmes y archivos fílmicos que se han perdido a lo largo del tiempo por disimiles causas.

Según el historiador del cine silente Raúl Rodríguez en su obra El cine silente en Cuba, más del 85% de la producción silente se ha perdido, lo cual limita considerablemente cualquier estudio riguroso al respecto. Salvo el corto documental El parque de Palatino (1906), del pionero del cine cubano Enrique Díaz Quesada, el resto de su filmografía se perdió en un incendio a fines de los años veinte del siglo pasado.

Del período silente de Ramón Peón solamente se conserva la mitad de su largometraje de ficción El veneno de un beso (1929), y La virgen de la Caridad (1930), obra  redescubierta décadas después cuando en 1960, durante una visita realizada por el crítico de cine francés George Sadoul (1904-1967) a Cuba, mientras realizaba un estudio de la Historia del cine latinoamericano, quien tuvo el privilegio de asistir a una exhibición especial de ese clásico, que permanecía sin exhibirse durante décadas.

A dicha exhibición asistió el afamado fotógrafo Néstor Almendros (1930-1992), quien abandonaría el país años después. Por la importancia que ambas figuras tienen para la historia del cine reproduzco sus impresiones.

Según Sadoul: ‘’  Me llevo la mejor impresión del cine cubano, como historiógrafo del cine me interesan mucho los antecedentes y he recibido una grata sorpresa con La Virgen de la Caridad, una película silente de mucha calidad, que puede calificarse de neorrealista. He observado toda la producción de Argentina y correspondiente a los años de esta película cubana y no hay en aquellos países nada superior (…) [1]

 Comparto con el lector un fragmento del testimonio legado por Néstor Almendros, tan habituado a disfrutar de los valores estéticos y fotográficos de cualquier filme: “Sonaba a piadoso kitsch, a ingenua hagiografía de tema bíblico como las exhibidas en Pascua en los colegios religiosos y las parroquias. La oscuridad se hizo en la sala de proyección. Sadoul sacó su cuaderno de notas y afiló el lápiz. Y empezó la viaja película, que no se había visto en décadas. Primera sorpresa: no era una película religiosa. La Virgen de la Caridad era más bien, un melodrama campesino con algo de mensaje social. Estábamos atónitos y un poco avergonzados por nuestra arrogancia antes de comenzar la proyección. Sadoul estaba absolutamente feliz con la perla que acababa de descubrir. Aquella tarde tuvimos toda la revelación de que Cuba tenía en Ramón Peón, el director de La Virgen de la Caridad, un artista visual, un narrador de excepcional talento. [2]

Según el investigador Ivo Sarría: “De los sesenta y dos filmes de ficción rodados en el periodo 1950-1959 se conserva aproximadamente 50% y fragmentos de 13%. De los ciento cincuenta y siete documentales se mantiene hasta la fecha el 75%; de los noticiarios filmados entre los años cuarenta y cincuenta, aproximadamente el 43%. Por tanto, transcurridos más de treinta años desde que a nivel mundial, se despertó el interés por la conservación de los filmes y por su valor patrimonial como documentación histórica; Cuba permanecía al margen de estos esfuerzos y continuaba despreciando la producción nacional”. [3]

Gracias a la gestión de los realizadores José Guerra Alemán, José García y Eduardo Hernández (Guayo), se conservan impresionantes imágenes de archivo de las décadas del veinte y treinta del siglo pasado registradas por los reporteros de la Secretaria de Obras Publicas de Gerardo Machado(1925-1933), quienes la retitularon Memorias de una vieja cámara, agregándole voz en off con información de gran utilidad para el espectador que tiene referencia vivencial de los acontecimientos expuestos.

Sin las referidas imágenes Pastor Vega no hubiese podido rodar Viva la República (1971), ambicioso documental con sorprendes imágenes del periodo de Gerardo Machado, utilizadas por Humberto Solás en su filme Un hombre de éxito (1986), largometraje de ficción que constituye, a mi juicio, la mejor representación de la atmósfera social de Cuba desde la época de Machado, hasta finales del régimen de Batista en 1959, lo cual expresa que el cine de ficción sobre temas históricos no puede prescindir de sus referentes documentales, mucho menos de imágenes registradas por camarógrafos durante determinados acontecimientos.

Resulta lamentable que tras el triunfo de la Revolución se hayan marchado del país reconocidos realizadores y dueños de importantes documentales e imágenes fílmicas de la Cuba prerrevolucionaria, lo cual representa la pérdida en muchos casos de una parte considerable del patrimonio fílmico nacional y de nuestra memoria histórica, pues momentos trascendentales de la Historia de Cuba se encuentra dispersa en el exilio en EE.UU.

La Cinemateca de Cuba, el Museo de la Imagen y el Museo del cine: pilares en el rescate de nuestra memoria fílmica 

Un hecho que constituye un referente insoslayable en la conservación del patrimonio fílmico de la nación fue la creación en 1960 de la Cinemateca de Cuba, poco tiempo después de haberse creado el ICAIC el 24 de marzo de 1959, institución adscrita a la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos) y a la Coordinadora Latinoamericana de Imágenes en Movimiento (CLAIM).

Aunque en Cuba existieron intentos por fundar una Cinemateca en un contexto sumamente adverso, como fueron los años anteriores a La Revolución, a partir de la gestión de figuras como Ricardo Vigón y German Puig, interesadas en la preservación de nuestro patrimonio cinematográfico, no sería hasta 1960 que nace bajo la dirección de Héctor García Mesa la verdadera y única Cinemateca en Cuba, sin menospreciar la gestión de dichas figuras.

  En una ocasión participe en un panel sobre el tema convocado por el Taller de la Crítica Cinematográfica que se realiza anualmente en Camagüey, para la inmensa mayoría de los cubanos es considerada la ciudad de los cines. Tal vez no sea coincidencia que varios de los más insignes críticos e investigadores de cine en Cuba se formaron en dicha ciudad, por la pasión que respiran sus habitantes sobre el celuloide, el cual suscitó encontradas polémicas al respecto.

 En el referido panel el entonces joven investigador Carlos Velazco defendió con suma pasión su tesis sobre la citada pero inexistente Cinemateca de Germán Puig y Ricardo Vigón, de la cual se nutrieron figuras que después alcanzarían la celebridad, como Tomás Gutiérrez Alea y Néstor Almendros.

Sobre tan polémico tema una autoridad como María Eulalia Douglas, especialista de dicha institución expresó: “Tengo recogida mucha más información que corrobora la aseveración de que esa llamada cinemateca lo fue sólo de nombre. Si nos atenemos a las características de su actividad, podemos considerarla un cine club. Aunque sí me parece justo reconocer el lugar que ocupan, en la cultura cubana, todos esos jóvenes que sin dinero, sin ningún apoyo oficial o auxilio de institución privada, lucharon por desarrollar una cultura cinematográfica y ponerla al alcance de todos. Solo los animaba el amor al cine, reconocer es un deber histórico”. [4]

En el reverso de los programas mensuales que ofrecía mensualmente la Cinemateca de Cuba aparece el siguiente texto con sus objetivos fundacionales: “La Cinemateca de Cuba se ofrece para restaurar y conservar mediante traspaso temporal o permanente, compra o intercambio, copia de viejos y nuevos filmes, aparatos de cine, guiones, fotografías, libros y revistas de cine, carteles, y se interesa muy especialmente por todo material relacionado con la historia y desarrollo de las actividades cinematográficas en Cuba y en Latinoamérica”. [5]

Por su aporte al estudio y conservación de esta expresión del patrimonio cultural de la nación se encuentra considerara entre las cuatro cinematecas más importantes de América Latina.

Otro resultado derivado de las múltiples gestiones en cuanto a la conservación del Patrimonio fílmico de la nación es la fundación del Museo del Cine, gestión que ha devenido una verdadera odisea por los múltiples obstáculos burocráticos e incomprensiones de funcionarios insensibles con la preservación de nuestro patrimonio fílmico.  Desde 1961 el fundador de la Cinemateca había concebido la necesidad de crear dicha institución. No fueron pocos los obstáculos y avatares que sorteo en aras de abrir el anhelado museo del cine hasta su muerte en 1990.

Como tributo a su memoria y consagración en eras de lograr su sueño en el 2003 el entonces presidente del ICAIC Omar González otorgo el local que ocupaba el Centro Cultural del ICAIC como sede definitiva del Museo. Según la especialista Alicia García, coautora junto a Paul Chaviano del texto De un Museo, su historia. “Curiosamente, este fue el primer lugar donde se exhibieron  las colecciones del Museo y hoy, a más de treinta años volverán al mismo sitio. Quizás el destino tenga que ver con toda esta historia”. [6]

Otra proeza en el afán de conservar para las presentes y futuras generaciones el patrimonio fílmico lo tenemos en el Museo de la Imagen de Bebo Muñiz, quien fue camarógrafo de noticieros de cine tales como El Royal News, El exhibidor, Noticiero ICAIC,  entre otros.

Gracias a su vocación y empeño por conservar cualquier objeto relacionado con cine, radio y televisión, desde cámaras Auricon y Bell Howell norteamericanas, de las décadas de 1930 y 1950, una cámara Pathe francesa de 1897, la moviola utilizada por Santiago Álvarez en sus documentales, entre otros equipos de cine.

En 1970 organizaría de manera temporal en su propia casa el Museo de la Imagen, hasta que el 21 de marzo de 1992 el gobierno le donaría una casa en el Reparto Vista Alegre, inaugurándose definitivamente ese añorado museo, donde se conserva una colección de más de ochocientas piezas en cuatro salas de exposiciones permanentes, clasificadas en Historia de la fotografía, Historia del Cine, Historia de la Radio e Historia de la Televisión, además de contar con un centro de información con fondos bibliográficos especializados, una sala de cine y video, una bóveda de filmes de valor histórico, y un departamento de restauración de filmes.

 Juan Antonio García Borrero, reconocido crítico e investigador se refirió a la figura de Bebo Muñiz en su popular blog Cine cubano, la pupila insomnede la siguiente manera:

“Una historia de vida como esa es la que explica la pasión depositada en la conformación del Museo. No importa que Bebo Muñiz no fuera exactamente un museólogo: veo allí la misma entrega de Henri Langlois en Francia, la misma intuición creadora que hoy nos permite asomarnos a ese universo de cosas e imágenes, donde aparece en todo su esplendor la memoria audiovisual del hombre del siglo XX”.

“Es posible, sin embargo, que aún los cubanos no tengamos total conciencia de lo que significa contar con un museo de ese tipo. A diferencia de los museos donde se colecciona “arte”, y que gozan del prestigio que de modo automático reporta la producción artística asociada a lo espiritual, los espacios donde el cine ha obtenido este tipo de reconocimiento galerístico todavía se vincula a la mera curiosidad tecnológica”.

Digitalización del Noticiero ICAIC Latinoamericano

Por sus valores histórico sy patrimoniales, el Noticiero ICAIC Latinoamericano, a partir del 2009 comenzó a formar parte del Registro Memoria del Mundo de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), gracias a un convenio firmado entre el Instituto Nacional del Audiovisual (INA) de Francia y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), se han podido recuperar hasta la fecha 250 materiales de un total de 1 490 informativos fílmicos, transmitidos semanalmente entre junio de 1960 y julio de 1990.

Para la fundamentación se tuvieron muy en cuenta los innumerables premios internacionales obtenidos por Santiago Álvarez con sus noticieros. Entre ellos se puede resaltar: La Paloma de Oro al conjunto de su obra, en el Festival de documentales de Leipzig, Alemania, en 1961, entre otros.

Los 15 000 minutos de filmación archivados por la Cinemateca de Cuba poseen un valor insustituible, esencial, testimonial. Estos informativos cinematográficos forman parte del imaginario cultural cubano y constituyen un referente ineludible, un hecho periodístico sin antecedentes, que vale la pena preservar para la posteridad.

Restauración de clásicos del cine cubano: una proeza de titanes

Una de las iniciativas más recientes encaminadas a la conservación del patrimonio cinematográfico en Cuba tiene el sello de la Dirección del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, consistente en la reconstrucción de importantes clásicos de la cinematografía cubana, gestión que permitió la restauración de cuatro de ellos: Memorias del subdesarrollo (1968), Una pelea cubana contra los demonios (1971), de Tomás Gutiérrez Alea; Los sobrevivientes (1974) y Retrato de Teresa (1989), de Pastor Vega.

Tal iniciativa se deriva de la nueva sección titulada Clásicos Restaurados, inaugurada en la pasada edición del Festival de Cine de La Habana, resultado en el cual intervino El  ICAIC y su Dirección de Patrimonio, cuyo propósito fundamental consiste en evitar la pérdida irreparable del acervo atesorado por las cinematecas de la región.

Uno de los clásicos restaurados, Memorias del subdesarrollo, es considerada entre los 100 mejores largometrajes del cine internacional de todos los tiempos, proceso en el cual intervinieron prestigiosas instituciones dedicadas al rescate de la memoria fílmica de las naciones. Me refiero al laboratorio L´Immagine Ritrovata, de la Cineteca de Bologna, Francia, a iniciativa de The Film Foundationn’s World Cinema Project, liderada por Martin Scorsese, figura que desde hace varios años ha realizado una notable contribución a la preservación del patrimonio fílmico mundial junto a George Lucas Family Foundation. 

Según palabras de Luciano Castillo, actual director de la Cinemateca de Cuba, reconocido historiador del cine, en una de las más recientes ediciones de la Cartelera del ICAIC que se distribuye en todo el país: “Cuanto esfuerzo se realice para evitar la incidencia de factores negativos sobre los fondos patrimoniales depositados en los archivos de imágenes en movimiento en cualquier formato o soporte, tanto por el deterioro, la negligencia como la destrucción de copias, entre otros, impedirá que prosiga la alarmante aniquilación de la memoria de la humanidad”.

Bienvenidas entonces todas las acciones encaminadas a salvar esta expresión del patrimonio cultural de la humanidad. Reconocer el esfuerzo que en ese sentido realizan las referidas instituciones culturales, sobre todo, la insigne Federación Internacional de Archivos Fílmicos constituye un imperativo en estos tiempos.

 

[1]Colectivo de autores. Coordenadas del cine cubano, Vol I, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2001, pp. 35

[2]Ibídem, pp. 34

[3]Sarría, Ivo. Nacimiento de una orfandad, en Coordenadas del cine cubano, Vol. II, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, pp. 92-93

[4]Sotto D, Arturo. Conversaciones al lado de Cinecittá, Ediciones ICAIC, La Habana, 2009, pp. 244

[5]Coordenadas del cine cubano, Vol II, Ob, Cit, pp. 292

[6]Ibídem, pp. 303