Por Kenis de la Cruz

 

Somos la carne maldita
el estampido inusual de la palabra
un parque bondadoso
abierto a los antojos del borracho
Me dibujo perfecta y pura como una prostituta
Tú remueves mis surcos en la orilla
Entonces el sol
la tajada sudorosa
la víspera
las partes sin sombras
el tiempo

Somos
los rincones de este verso
la pared desteñida
la espalda rota
dos lenguas náufragas entre los absurdos
dos minutos perdidos en el espejo