Por Xiomara Rodríguez


Tú no.
Deja que sea el rugido de la mañana, la inhóspita cumbre,
el beso guardado.
La grieta en la tormenta,
tu sombra desmembrada.

Tú no.
Permítele al verde de tu voz,
a tu sonrisa transparente,
al diluvio trastornado de mi ayer.
A las venturas de mi entraña,
o a las dos cumbres unidas por un puente.

Tú no.
Si tan solo lo hicieran las puertas sombrías,
la lujuria triste del amor perdido,
la necedad de la tristeza.
Que sea el desvelo que envejece en los tramos nocturnos.


No tú, sino
la siniestra luz de la cordura
o la porfía por el séptimo sentido.

Deja que lo hagan,
la tarde congelada en la hora en punto,
el clima, 
la crisis,
el neoliberalismo,
el calentamiento global.

Pero, no seas tú quien me mate.

Deja al menos que lo hagan
las dudas.