Por Virgilio López Lemus

yo no digo que
la vida es un sueño
sino que sueño la vida
y vivo el sueño
tan intensamente
tan intensamente
que confundo la realidad.


El ciervo

Hundirme en tu belleza
tan hondo, tan en ti
que yo perezca en tu caricia,
que ni el agua de mis ojos
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o el silencio mismo
sean más que tu piel.
Soledad, milagro de tu frente,
en ti se advierte el ciervo
que dormita en el claro del bosque
y de pronto se pierde entre la yerba.
Qué más quisiera yo: ser ese ciervo,
entrar en tu piel como en un bosque
y escuchar el silencio del amor.


Viñeta

Cuando volví el rostro hacia Sodoma
tuve tiempo de ver al Ángel del Castigo
dudando ante la belleza de los adolescentes.


El lince

Para que el lince salte
a la neurótica cola del lobo
solo falta que el lince no tema.
El temor encrespa incluso la hirsuta
piel manchada, piel de lana fina
sobre la que duerme
sobre la maleza.
Para que el lince salte
es preciso quemar la noche,
tapar la dentellada lobuna,
ser conejo o perdiz.


Licantropía

Me comiera todas las ovejas
y al pastor también
me lo comiera.
Lo comería entre la yerba
revolcándole, mis fauces apretadas
sobre el cuello inmortal.
Hueso a hueso quebrado,
lana y sangre y cieno e infinito
tragaría con fuerza.
Todo el dolor del mundo
sería esa cena: crepúsculos,
bocados del olvido.
Me comería al silencio y a las horas
y al pastor y a las ovejas,
si pudiera.

 

El poeta

Yo soy el jorobado,
me retuerzo en la sábana nocturna
soñándome atleta.
Y soy el paralítico
en una silla dura y giradora,
la muchacha fea, el pederasta
cuando escupe la sal,
el corredor caído que gime
y se levanta y, sobre todo
se siente triunfador del mundo.
Soy la asesinada de aquel día
en el primer dolor de la cuchilla,
y el sacerdote muerto