Por Marta Moya

Por estos días cuando, adoptar un pensamiento resiliente, puede ayudarnos a sobrellevar la carga y encontrar pretextos para soportar temores y aflicciones; pienso en el cubano más resiliente de todos los tiempos: nuestro José Martí Pérez, a propósito del Día Mundial del Medio Ambiente.

Muchas son las facetas del Maestro y los pensamientos legados a la posteridad que hoy siguen inspirando a muchos en Cuba y en otras latitudes.

Su ejemplo de valentía y fortaleza para enfrentar los reveses y vencerlos, resultan ineludibles y estimulantes en estos momentos. José Martí fue de esos hombres que aun después de muertos continúan siendo útiles.

Asombra la extensión de su obra literaria y la diversidad de géneros cultivados. Mucho más cuando no fue lo único que hizo.

A las numerosas ocupaciones que lo mantuvieron en permanente vigilia se suman las múltiples actividades que realizó para organizar de la Guerra Necesaria de 1895.

A lo dicho falta incorporar un tema muy significativo que no siempre sale a la luz. Se trata de las tantas enfermedades que padeció desde muy temprano y que lo mantenían imposibilitado de realizar sus tareas durante ciertos períodos de tiempo.1

A tono con estos hechos  asoma  un enigma: ¿cómo pudo el Héroe Nacional de Cuba en tan solo 42 años abarcar tanto quehacer? ¿Cómo pudo lograr todos sus propósitos, a pesar de la corta edad y de las disímiles adversidades que enfrentó? Incontables estudiosos han orientado sus pasos en busca de respuestas que convergen  en una verdad incuestionable: la entrega total al propósito de su vida, lograr la libertad de su patria. Para ello encontró siempre una manera de sobreponerse a los infortunios, de vencerlos y salir victorioso.

Análisis similares de las últimas décadas apuntan a una singular capacidad para soportar el dolor, sobreponerse y elevarse fortalecido y triunfador.  Esa virtud expresada desde la niñez y que lo acompañó durante toda su vida es la resiliencia.

En la corta pero intensa existencia del héroe muchos son los hechos que avalan una postura resiliente. Enfrentar la vida con sentido y actitud resiliente fue una demostración de inteligencia, lo que en Martí está sobradamente demostrado, no solo por los recursos intelectuales de que disponía, sino por sus infinitas competencias emocionales.

Aquí solo referiré algunos sucesos  que atestiguan tales aseveraciones. El adolescente Pepe Martí, hijo mayor, único varón entre siete hermanas, con apenas 16 años ya había sobresalido con creces en el cultivo de su inteligencia y había avivado la llama  del patriotismo. Es urgido por el padre para que ayude a solventar la situación económica de la familia; esto provoca algunas desavenencias pero sigue su camino con una determinación que lo lleva, tras varios sucesos, al presidio en las canteras de San Lázaro. Allí las circunstancias son aterradoras.

Luego sería el destierro; llega  a España y lejos de dedicarse a odiar, a pensar en vengarse,  inmediatamente publica su folleto denuncia El Presidio Político en Cuba, con lo que exhala todo el dolor del Presidio que, no obstante, lo torturó toda la vida tanto física como espiritualmente.

Una vez allí matricula en la Universidad, y en el breve lapso de  año y medio obtiene los títulos de Licenciado en Derecho Civil y Canónigo; el título de Bachiller, y el grado académico de  Licenciado en Filosofía y Letras. Tiene solo 21 años.

La etapa más tempestuosa en la existencia del héroe se produce en los últimos 15 años, luego de su llegada a Estados Unidos en 1880.

Las relaciones con la esposa Carmen Zayas-Bazán y el hijo estarían marcadas también por el sufrimiento. En marzo se le unen en Nueva York y lo que debió ser motivo de gran felicidad, no llega a cristalizar. Carmen no logra entender que las actividades revolucionarias con las  que Martí se hallaba comprometido no le dejaban espacio para dispensar las atenciones que la familia demandaba; a la vez que las estrecheces económicas en que vivían ellos y pesaban sobre el niño le resultaron intolerables a la esposa. Esta, marcha de regreso a Cuba luego de algunos meses. En lo sucesivo se producirían otros dos encuentros, pero el 27 de agosto de 1891, Carmen regresa a Cuba con el hijo y nunca más se volverían a ver. Las heridas se renuevan y el dolor se hace  más bilioso.

Por otra parte la Guerra Chiquita, a la que había dedicado todos sus esfuerzos y recursos languidece por estos días.

 Martí queda desolado ante la inclemencia de estos devastadores golpes que se producen casi al unísono. Ante estas realidades se refugia en otros quehaceres: recompone en silencio la imagen y recuerdos del hijo, restaña las heridas. Cuando le faltó el hijo real, se creó uno espiritual que le permitió volcar en él toda la pasión de padre, el conocido poemario Ismaelillo. Todo un catálogo de pasión paternal y belleza literaria. Pero deja claro que no está vencido. En el prólogo declara:

Hijo:

Espantado de todo, me refugio en ti.

Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad   de la virtud, y en ti.

Se dice que durante el año 1882 escribe la mayor parte de sus Versos Libres, versos desgarradores y profundos;  nuevos, de estilo diferente a todo lo que se había escrito antes.

Conmovedora y formidable es la labor realizada para unir a los patriarcas de la guerra del 68, principalmente Gómez y Maceo; para hacerles comprender que esta guerra en los albores de su gestación, la del 95, tenía que ser diferente; no podía repetir los errores pasados. Pero, eso lo decía un hombre, relativamente joven, de 30 años aproximadamente, que no había participado en la guerra anterior, ni en ninguna. 

Esta particularidad le crea no pocas discrepancias con estas dos figuras de reputación bien ganadas, las que conducen a rupturas lamentables, expuesta en carta escrita por Martí a Gómez el 20 octubre de 1884. Este penoso desacuerdo, si bien deja ver la clara convicción de Martí, su concepto del deber, la dignidad, la honradez y la dirección que habría de tener la nueva guerra en Cuba, deja un profundo vacío en él. Ello lo obliga a redoblar esfuerzos y recursos emocionales para convencer y lograr que se tuvieran en cuenta sus ideas, así como la autoridad para unir las viejas y las nuevas fuerzas patrióticas, coordinar y dirigir las laboras de organización. Colosal fue la tarea que pocos en sus circunstancias pueden lograr; él sin embargo, lo consiguió.

Los años en que organiza la guerra del 95, serían intensos y agotadores. Los principales combatientes de las guerras anteriores se encontraban separados en diferentes países; sumidos en la frustración y el resentimiento por el fracaso de las gestas pasadas. Para llevar a buen término la magna hazaña que Martí estaba organizando debía unir todas estas fuerzas vitales, y a ello se volcó sin descanso. Así se convirtió en el verdadero artífice de la unidad de todos los cubanos en el exilio, en Cuba y en Latinoamérica.

Realmente titánico fue el trabajo para despejar el velo del racismo que dividía los grupos; para deshacer falsos rumores, interpretaciones y sentimientos dudosos; para recaudar cuantiosos fondos necesarios para los preparativos de la guerra. A ello se suman los cuidados con que debía conducirse pues, era perseguido por agentes españoles y norteamericanos. Entre ellos, la agencia de espionaje norteamericana Pinkerton.

Como si fuera poca su desdicha, fue víctima de un envenenamiento en Tampa. Pero la manera en que manejó este hecho, es otra demostración de fortaleza e inteligencia. Lo que pudo ser un motivo de gran pesar por la traición y la maldad, lo revierte en un motivo para reafirmar la  esperanza y la fe en el mejoramiento humano, como ya había declarado años antes. Logra convencer al presunto homicida para que se incorpore a la lucha, el que finalizó la guerra con grados de comandante del Ejército Libertador.

Cuando su Plan de La Fernandina, organizado sigilosamente por él para llevar a buen término la Guerra Necesaria, fue expuesto por la delación de un traidor y lo creyó todo perdido, Martí queda destrozado, ve desvanecerse en un instante el esfuerzo de tantas personas que habían depositado sus únicos bienes,  y hasta lo que no tenían  para la libertad de Cuba; lo atormenta la idea de que la confianza depositada en él por los emigrados y cubanos en la isla pudiera debilitarse. Pero logró juntar todas las manos amigas, se agigantó su figura y se recuperó del terrible golpe.

A todos estos hechos y situaciones lamentables en la existencia de Martí se suman los padecimientos que afectaban su salud, quebrantada en extremo. Desde la temprana edad de 18 años se le diagnosticó la enfermedad conocida como sarcoidosis, padecimiento que afecta a varios órganos y sistemas del organismo humano.

Las palabras  de  Martí dichas a sus amigos, entre ellos Manuel Mercado, en su amplio epistolario, expresan en toda su dimensión el estado de ánimo y la intensidad del sufrimiento que constantemente le provocaban estas dolencias:

“Llevo al costado izquierdo una rosa de fuego, que me quema, pero con ella vivo y trabajo”.2

“Postrado del hígado desde principio de mes, caí al fin en cama y me levanté antier. Sufrí mucho; pero he rebasado. 3

 “Yo no me canso, ni me quejo: y aunque tengo en el lado del corazón un como encogimiento, y un dolor que no cesa un instante, jamás pienso en él, ni en cederle, y hago cuanto debo y puedo (…)” .4

“Ya yo me estoy muriendo, mi querido Juan. Los pulmones se me quejan y el corazón salta más de lo que debe”. 5

Estas son unas pocas de las expresiones de angustia donde se aflige, esencialmente por sus malestares relacionados con reiteradas alteraciones de los pulmones, del hígado y el corazón. Extremadamente insoportables debieron ser estos períodos de padecimiento y dolores cuando se sentía desfallecer y lo obligaban a guardar cama, y ni siquiera podía escribir, pues muchas veces las dictaba para no incumplir los diversos compromisos.

También pueden encontrarse muchas alusiones a otros malestares como: la hinchazón de los ojos; los desmayos, taquicardias, trastornos digestivos, úlceras, cefaleas, retortijones y diarreas. Las fiebres también son recurrentes y la broncolaringitis. Todos los análisis que aparecen en el libro Las enfermedades de Martí, de Ricardo Hodelín Tablada, apuntan a que estas dolencias son  derivadas de la sarcoidosis.

Como si fuera poco, padecía un sarcocele (tumor de tipo quístico en el testículo). Para aliviar sus dolores los médicos puncionaban el tumor con regularidad. Finalmente fue operado varias veces. Tampoco pueden olvidarse las laceraciones ocasionadas por los grilletes del presidio y los sufrimientos  provocados, así como por las operaciones que se le practicaron; algunas infructuosas.

Muchas son las adversidades, los estragos de la enfermedad que, siendo bastante rara y poco frecuente, le tocó a él también; sin embargo, siempre renace de sus ruinas para cumplir con sus deberes: a ninguno renunció, ninguno dejó a medias. Muchas fueron las tareas que asumió desde la soledad por temor a las delaciones y las persecuciones y todas fueron cumplidas con el mayor esmero y pasión.

Aún le quedaban muchos escollos por superar, pero la indescriptible inmensidad del gigante, una vez más se impuso. Él junto a Gómez y otros expedicionarios lograron atravesar el mar tempestuoso y desembarcar en Playitas de Cajobabo, lugar inhóspito de la costa oriental. Ya estaba en los campos de Cuba para luchar por la independencia, esta vez con el fusil, no solo con la pluma y la palabra, como  le había censurado sus detractores. Así describe el momento en su diario de campaña: […] La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras. Me quedo en el bote el último, vaciándolo. Salto. Dicha grande. […]”.6 Martí, por fin, es feliz. Había cumplido gran parte del propósito de su vida.

Se puede aseverar que su capacidad de resiliencia fue la que le permitió a José Martí mantenerse en pie de lucha, con tanta firmeza, perseverancia y actitud positiva, a la vez adoptar alternativas y acciones que le permitieron avanzar a contracorriente y superarlas.

Bibliografía consultada

Gutiérrez E.: La resiliencia en José Martí. Editorial Científico-Técnica, La Habana, Cuba, 2012.

Chacón R.: Martí. Momentos importantes. Editorial Gente Nueva, La Habana, Cuba, 1984.

Hodelín R.: Enfermedades de José Martí. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2007.

Sanabria, N.: La patriota del silencio. Carmen Miyares. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1990.

Toledo J.: La madre negra de José Martí. Casa Editorial Verde Olivo, Ciudad de La Habana, Cuba, 2009.

Valdés  R.: Diccionario del pensamiento martiano. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 2002.

Notas

1 En el libro Enfermedades de Martí, su autor, Ricardo Hodelín Tablada, trata el tema con profundidad.

2 Epistolario, t. I, p.227.

3 Epistolario, t. II, p.40.

4 Epistolario, t. II, p.55.

5 Epistolario, t. II, p.212.

6 Diario de Campaña, 1985, p.3.