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Por Hilda A. Mas

De ser siempre un hada quedó entre el macizo montañoso del Guamuhaya; unas veces, viene de colibrí; otras, de paloma; otras, de tórtola, o de ceiba o de palma coralillo, o simplemente es agua que corre por los arroyuelos y ríos de esos lindos campos, donde el susurro y la frescura que de ellos brotan, hacen que sus aguas corran por entre las piedras dejando una mágica melodía.
     Romelia cada amanecer viaja en su papalote mágico, esparciendo como rocío el polvo de estrellas que trae en cada una de las cintas de ese papalote, esa fantasía que de niña floreció en su corazón.
     Pero… este amanecer  llegó muy  temprano  a visitar cada rincón del pueblo; su papalote venía adornado con cintas  azules, blancas y rojas…
     De niña, ella amó tanto al hombre de la calle Paula, que este amanecer no podía dejar de traerles a los niños un poquito de magia para hacer más bella la mañana; y allí, entre tantas risas,

disfraces y alegría, llegó con sus sueños esparciendo rosas blancas a la humilde y gran escuelita de su Jobero querido, donde se unió al júbilo que se desgajaba de la celebración por un nuevo aniversario del natalicio del Hombre de la Edad de Oro. Por eso, junto a los niños, pasó una alegre y feliz mañana.