Por Yoleydis Hernández

Su vida comenzó en un huevo, las hormigas obreras la alimentaron y cuidaron de ella mientras fue una larva, hasta que creció lo suficiente.
—De ahora en adelante tendrás que valerte por ti sola —le dijeron.
—¿Y si me caigo?  —preguntó Marabunta con más dudas que patas.
—Te levantas. Ya eres una hormiga fuerte.
Tras la expansión de las plantas  con flores por el mundo, supo de la llegada de sus antepasados a la colonia, de ellos aprendió que para ser una hormiga mayor debía estudiar.
—¿Por qué no te conformas con ser una hormiga media o una hormiga menor? —le aconsejaron.
Marabunta, que siempre hizo lo que debía, desobedeció por un bien.
Puso tanto empeño en los estudios que se graduó de Obrera Calificada con Título de Oro, obtuvo notas brillantes  en Historia Antigua y Moderna de las Hormigas, Construcción de Hormigueros y Preparación para la Defensa de las Hormigas. Hormiga tutora la felicitó.

Con tan buena suerte y conocimientos entró a la Colonia por la puerta ancha; no solo se ocupó del cuidado de la hormiga reina y de sus crías, fue promovida a tareas de excavación, limpieza, organización, mantenimiento del hormiguero y recolectora de alimentos.
Cuando la colonia fue invadida por los más crueles depredadores: los pájaros hormigueros y Trepatroncos alcanzó el grado de Guerrera. Ninguna otra defendió a los suyos como ella lo hizo, por eso cuando hormiga brava que solo había traído disgustos y más disgustos al hormiguero descubrió  que Marabunta tomaba demasiadas siestas, se le ocurrió sembrar una matica de cizaña.
La cizaña puede causar los más insospechados males.
Cuando la mata empezó a desprender su apestoso aroma lo recogió en una jícara y se lo dio a beber a Marabunta como agua con azúcar consiguiendo que se quedara completamente dormida.      
Solo la picadura de una hormiga recolectora podría despertarla.
Sin pedir audiencia ni la  palabra, propuso en el Consejo de Hormigas mandarla al Hogar de Hormigas Ancianas.
No faltaron hormigas que se alarmaran.
—Ha trabajado intensamente, ha colaborado con todos, merece descansar, solo le queda un mes en la colonia-dijo hormiga de fuego.
Hormiga loca no estuvo de acuerdo, tampoco hormiga tejedora.
—Todavía puede ser útil.
—No sé en qué —agregó otra.
—¿Qué hay de sus méritos, de sus años de servicio? —preguntó hormiga negra que llegaba atrasada para la reunión.
—No cuentan —agregó hormiga roja.  
Hormiga reina tuvo que recordarles a todas que si la Colonia había logrado sobrevivir era gracias a su organización y capacidad de defensa y gracias a  hormigas como Marabunta que ya no estaban entre ellas.
—¿ Y si no despierta? —preguntó hormiga blanca.
Se hizo el silencio en el hormiguero.
Hormiga recolectora, que había vuelto a la colonia después de haber recordado el camino de regreso, contó a todos que alguna vez su abuela hormiga le había dicho  que la picadura de una hormiga recolectora tenía propiedades medicinales.
—¡Puro cuento   —exclamó hormiga brava.
—Con probar no perdemos nada- corearon las hormigas.
Recolectora le dio tal picadura que Marabunta dejó escapar un grito. Tanta felicidad no cabía en el hormiguero.
—Tomaremos la decisión más acertada —exclamó hormiga reina.
Desde entonces, con los meses que carga Marabunta en sus antenas, que son pocos para los humanos pero para las hormigas resultan una eternidad, Marabunta dirige la escuela donde enseña a todas lo que aprendió, dicen que hasta la nombraron Hija Ilustre del Hormiguero.

Con esta obra la autora obtuvo Primera Mención en el género de cuentos para niños del Concurso Nacional Benigno Vázquez 2022, Los Arabos, Matanzas, Cuba. (N. del E.)