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Por Silvia Collado

Tu recuerdo

Extraño todos tus huesos,
tu olor de roída palma
y las pencas de tu alma
batiendo grillos y besos.
Tu rumor en embelesos
de pedazos de ventisca.
Lustra el quinqué la cellisca
y la lluvia, aliento arcano,
rasga la piel en lo humano
de un sol tibio que pellizca.

La guitarra, en un rincón,
goza a gritos de alfabeto
extractos de un esqueleto
de romántica canción.

La noche, en adulación,
empujando los minutos
arranca los diminutos
puerperios de las estrellas
que van dejando sus huellas
en tus remiendos astutos.

Salgo al patio, tu sonrisa,
colgando en la tendedera,
mueve mi luz. Sale afuera,
rápida como la prisa,
la mañana. En la cornisa
el sol gime y los espesos
montes derraman excesos.
¡Huelo a tierra, huelo a río!
Y en tu noble andar, ¡Bohío,
extraño todos tus huesos!


Renacimiento

          “Son tus hijos que sueñan,
          mientras los eslabones de sus días se enlazan
          que en los entristecidos cielos de sus pupilas
          surge un fulgor de nuevas albas”.

          Salutación fraterna al taller mecánico
                               
                        Regino Pedroso


Cadavérica memoria
hurgando en el almanaque.
¡De prisa, a la huelga, Jaque!
Muertes en jaculatoria.
Luces en escapatoria,
carruseles de mujer,
de razas y un alfiler,
tropezando entre bostezos.
Sonoridad de aderezos
en estribillos de ayer.

Cruzan voces elegantes
novedosas conjeturas.
Horas en abreviaturas
marchan sobre los gigantes
pasos. Colores errantes
dibujan la algarabía.
Delirios en demasía;
emblemas de la pobreza
y un sol abre la grandeza,
desempolva el nuevo día.

Desmembramiento de arrojo
en un enjambre de obreros.
Calles bordadas, aceros
resplandeciendo. El antojo
vibra y ablanda el cerrojo
de bajos salarios. Duro
fue el banquete del conjuro
del alfabeto y su ruta
fue creciendo en la disputa
por las ansias de futuro.

La madre llenó el vacío,
tic tac, más corto, un abrazo.
Libros de sueños, retazo
de universos en el frío.
Era un sol sin desvarío
resbaladizo de gente.
Suerte en un jornal creciente
entre sus propias costillas.
¡Germinando van semillas,
en el mismo continente!


Remedio del convicto

En un rincón del trastorno,
óxido fuiste, en la vieja
mirada que tras la reja
fue escondite del bochorno.
¿Por qué sitio del contorno
de la vida eres ignavo
del tormento? y ¿en qué clavo
cuelgas todos tus grilletes?
¿En qué parto de billetes
la suerte te volvió esclavo?

Tu pasado es la cadena
de humaredas de cristal
cavando en el lagrimal
de quien carga cruz ajena.
Como playa sin arena
el susto te deshilacha
y navegando en su facha
un vendaval sedentario
envuelves en un sudario
los castigos de su racha.

Tus indómitas leyendas
en nocivos hemisferios
derriten los cementerios
en taciturnas prebendas.
¿Tu nombre? Farfulla agendas
escapando en artilugios
y perforando refugios
desde un sol de frialdad
vuelve a ser tu libertad
congoja de los efugios.

Hallas piedras por empleo
en una revista muerta.
La oquedad es una puerta
en un constante ajetreo.
Te hundes en el aleteo
de los desechos humanos
y no sé por qué gitanos
montes, tu conciencia grita
cuando mueren en la cita
las sombras de los cristianos.


Resurrección

                   … y serás feliz. Pues ellos no te pueden pagar, pero tú
                  tendrás tu recompensa el día que los justos resuciten.

                                                              San Lucas: 14.14

Me desintegro y en mí
hay una niñez sin puerta
y un vacío en la desierta
soledad por donde hui.
Tantos sueños que perdí,
en forma paradisiaca,
retornaron a mi hamaca
un aventón de zumbidos,
lamentando los aullidos
de átomos en mi barraca.

¿Cómo duermo? ¿Qué partícula
me aloja al pasar el viento?
¿Por qué esquina del aliento
nací del polvo? Película
de llanto y muerte ridícula
en manos de la apariencia 
de mí. ¿En qué triste esencia
de un toque funicular
en lo profundo del mar
me encontré con mi inocencia?

¿Qué molécula de diablo
encarnó en mi tesitura?
En óleo, fui miniatura
y catástrofe en retablo.
En mendrugos de un vocablo
sobrescribí una carena
y en un mordisco de pena
la vida me castigó
y una parte de mi yo,
en sombra, se volvió arena.

¿Dónde verter el rugido
de cenizas coloquiales
con verdes cañaverales
y rosas en el olvido;
de un maloliente quejido
cargado de polvo y gente?
¿En qué nuevo recipiente
deposito esta tristeza
y en qué estúpida simpleza
vuelvo a un mundo diferente?


Con esta obra el autor obtuvo Premio Colateral “Rubén Martínez Villena” tema trabajadores, en el XXI Concurso Nacional Ala Décima, 2021. (N. del E.).