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Por Victoria Lovell 

A quién contemplas ahora
(meciéndote mayo)
quizás aquella
traspasada por cuchillo
voz o sollozo más íntimo
de esas órbitas girando
de la nada a la nada
o de esa boquita que
por las noches sigue
berreando y son tantos,
ay los gemidos del olvido.
Debes pedir por favor
a los gatos que maúllen en celo
como niñitos jamás nacidos.

(de Jardines cerrados al público)


Ceremonial

Náusea, la acción de los dedos en la garganta, convulsiones.
Ritual nocturno, esclusa que se abre a medianoche
cuando la otra ha sido tapiada. Todos pierden el olfato
en esta casa nadie sabe reconocer un cadáver.

Constelaciones del cadáver. Descomposición de las figuras.
Restos de epidermis. En el fondo del wáter atisba
el mismo rostro que acecha en los bordes.

 (de Jardines cerrados al público)


César Vallejo en Isla Negra

Con el trago quality beer
salobre espuma trago
en la isla
donde asoma en crepusculario
aquel otro aparecido
que no ha dejado —como el maderamen—
ni un día jueves de morir
porque no está presto el mascarón
para esa distancia
esa en la que lava tu lavandera
sus venas otilinas.
Ambos huérfanos en el curso de otra rosa
otro soplo sobre los velámenes
esa prosa del morir.

(de Desde el hastío)


Una línea de Kavafis en dos movimientos


Primer movimiento

Recuerda cuerpo el pulso exacto de la lira,
en el epitalamio yaces exhalando el aroma
que supo abrirse ante el roce de los labios.
Libando del gemido te adentras
en la pulpa del tiempO
que otrora fue de los amantes.


Segundo movimiento

Al cuarto círculo ascienden los obstinados.
Antesala de azulejos ¿suma de colores?
Dos puertas simétricas a la hora señalada
imaginería hospitalaria en gama de grises.
Tubos que se ramifican en tubos que
descienden en sondas y ese estertor
no me pertenece ni la piel ajada
que resta después de una convulsión atroz
que dispara al sentido;
reconozco mis pulsaciones
en esa otra mano tan frágil como la mía
sobre un Ford 37 el recuerdo se petrifica
abrazado por tu padre estabas.
Me sostengo en una línea de Kavafis
recuerda cuerpo no sólo cuánto
profano rezo el mío
recuerda cuerpo fuiste amado
no reconozco a ese cuerpo arrojado sobre las sábanas
ni a este otro.
No es Madame La Mort, demasiado espacio
ocupa la elegida, no es la muerte ni mors
es la A de ausencia
es el sutil devenir de la descomposición
la perversa lentitud con que el tiempo
nos apresa.

(de Desde el hastío)


De espaldas un kimono de seda blanca
hace girar un abanico negro
conjura a los espíritus
en el centro del recinto
donde mi padre ateo
trazó un templo sintoísta
diciendo que era un garaje.

 (de Los noctiluca)


Animula vagula, blandula
te conjuro desposeída y posesa
no abandones aún estos cuerpos.
Otro ánimo insuflabas en el emperador
era la línea tal vez su propio dictum
que se apropiaba de la memoria no ya tuya
sino la que quiso que vieras a la muerte con los ojos abiertos.

                    Quién sabe sobre esto?

Más cercanos en lejanía recomponemos la cita
ante la descompostura final.
Anima, no abandones aún estos cuerpos
transidos por siglos, adormilados en la espera del prodigio.

(de Los noctiluca)